Aprendí que los políticos mienten, que el Universo es infinito, y que nosotros somos diminutos, casi ni existimos.

05 mayo, 2011

Nos metimos en la cama, solo pensaba en dormir, hasta que me encontré bajo las sábanas con él a mi lado.
Nos buscamos al mismo tiempo. Su boca encontró la mía y nos besamos con urgencia, como si lleváramos años separados. Me atrajo hacia sí  y enredé mis piernas en las suyas al tiempo que nuestros besos se hacían más intensos.
A los pocos segundos sentí que seguíamos demasiado lejos el uno del otro. Empecé a quitarle la camiseta; me ayudó y luego hizo otro tanto con la mía. Electrizada por el contacto de su piel con mi piel, volvimos a besarnos, pero seguía sin ser suficiente. Con manos temblorosas, me baje los tirantes del sujetador y lo desabroché.
Siempre había creído que sentiría vergüenza la primera vez que un chico me viera desnuda, pero no fue así. Me miraba como si en su vida hubiera visto nada más hermoso, y cuando me acarició con una mano, la sensación que me produjo fue mejor de lo que jamás había imaginado.
Guié su mano hacia mis vaqueros. Quería mostrarme entera ante él. Quería sentirme bella en todo mí ser.
Me ayudó a desvestirme y luego se quitó los pantalones y los arrojó al suelo. Nunca antes había pensado en el desnudo masculino como algo bonito, hasta ahora. Me gustaba su cuerpo, la textura de su piel bajo mis manos, la suavidad con que me acariciaba. Cuando me ponía nerviosa o no sabía qué hacer, él volvía a besarme y todos mis miedos se disipaban.

Despedida, página 180/1.

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