Aprendí que los políticos mienten, que el Universo es infinito, y que nosotros somos diminutos, casi ni existimos.

28 abril, 2011


Siente una amarga certeza: creces, experimentas, aprendes, crees saber cómo funcionan las cosas, estás convencida de haber encontrado la clave que te permitirá entender y enfrentarte a todo. Pero después, cuando menos te lo esperas, cuando el equilibrio parece perfecto, cuando crees haber dado todas las respuestas o, al menos, la mayor parte de ellas, surge una nueva adivinanza. Y no sabes que responder. Te pilla por sorpresa. Lo único que consigues entender es que el amor no te pertenece, que es ese mágico momento en que dos personas deciden a la vez vivir, saborear a fondo las cosas, sin posibilidad de razonar demasiado. Hasta que una de las dos se marche. Y no habrá manera, hechos o palabras que puedan hacer entrar en razón al otro.

23 abril, 2011

Desde Cangas.

En 1876 Alexander Graham Bell inventa el teléfono y con él la posibilidad de poner en contacto largas distancias. Desde ese momento los esfuerzos del hombre se han concentrado en hacer que esa conexión sea cada vez más inmediata. París, Londres, Hong Kong, se estrechan en milésimas de segundo gracias a la fibra óptica, Internet, las videoconferencias, que nos permiten estar simultáneamente conectados en cualquier lugar del mundo por cables invisibles, de la misma manera que las estrellas están conectadas por líneas imaginarias que forman constelaciones.
Pero por encima de todas ellas, sobrevolando el tiempo y el espacio, están los cordones umbilicales que nos unen a las personas que amamos, como cordones de plata transparentes que pertenecen solamente al reino de lo extrasensorial. Que hacen que algo se revuelva en nosotros cuando sufren o cuando se alegran, como un pálpito, un escalofrío en la piel… Y que nos llevan a hacer cosas maravillosas o terribles simplemente porque estamos conectados.


Te lo he dicho millones de veces pero… ¿Que pasa si lo repito todo una vez más? Y es que… ¿Quién nos diría a nosotras dos precisamente que llegaríamos asta aquí y mucho más? Pero solo hicieron falta tres semanas de un verano inmenso para adivinarlo.
Para saber que la distancia es dura pero que tiene su recompensa; como también el tiempo que pasamos sin vernos y sin vivir nuestro día a día juntas pero desde mi punto de vista pienso que lo que hace que esta amistad sea diferente y mejor es eso; el tiempo y la distancia. Puede que si esto fuera del todo normal nos llegaríamos a cansar la una de la otra, pero así es más divertido. Nos escribimos cartas, nos contamos todo lo que nos pasa del lunes a domingo, intentamos vernos cuando es posible y si no lo es esperamos con impaciencia. Sabemos que aun que algo falle el verano estará siempre ahí para recompensarlo todo. Porque es cuestión de esperar, sólo dos meses y volveremos a estar juntas, a liarla juntas, a sacarnos fotos juntas y sobre todo, a demostrarle a Cangas si hace falta que siempre estaremos juntas, pase lo que pase y sin importarnos los kilómetros que estén entre nosotras.
Te quiero mucho María.


A.


20 abril, 2011

Barcelona en cinco días.


Carreteras nacionales, Salou, Hotel César Augustus, PortAventura, Bufé, Mañaneos, Noches perreando con la mejor compañía posible, Mont Montjuic, Sagrada Familia, La Casa Milà (La Pedrera), Cafés de Mocca en Plaza Catalunya, Palacio de la Música, Parque Güell, Picnics, La Rambla, El mercado de la Boquería, Hard Rock Café Barcelona, Visita rápida y sin guía por Burgos y cinco días llenos de momentos que nunca olvidaremos.

















Me gusta Barcelona, me gustais vosotras.-

A.

03 abril, 2011

Catorce.


Cuando acabas algo, todo el mundo, aunque principalmente el que te rodea, te dice un “el tiempo pasa y los habrá mejores” y tú, como no tienes más cosas en la cabeza que aquella conversación en la que llegaba todo al final. Le dices que si al mundo, y si la primera semana es un laberinto y una noria de recuerdos, la segunda solo será una noria. Pero después… las semanas pasan y te ves igual o peor que al principio. No puedes evitar preguntar por él, por su vida o por el número de chicas que besó en el cuello apartándole primero el pelo con las manos, sintiendo dulzura primero y escalofrío de sensaciones después. Y todo esto te duele como a la que más, entonces es cuando intentas centrarte en otros, pero esos fracasan por no sujetarme firme, por no cogerme por el cuello cuando me quieren dar el mejor de los besos. Por no reírse si les hiciera “redondita, redondita” y por que no llevan su nombre, ni sus palabras ni sus abrazos.
Después es cuando llega la temporada, después de muchos meses esperando, en el que te dice que te echa de menos y que le gustaría ser tu amigo, quedar, dos besos y un abrazo en cada despedida y todas esas acciones propias de una amistad. Pero cuando parece que todo va bien y que empieza la estabilidad, él mismo me recuerda muchos de nuestros mejores momentos juntos, como el más mínimo detalle o como los momentos más felices de mi vida, que abundaron durante nueve meses.
Como cuando vimos “La vida es bella” en su cama de cuando era un niño. Abrazándonos y tapándonos para aguantar el frío. Después estaba el verano, cuando enfermara y fuera a hacerle compañía a su casa y me llevara al salón donde estaban todas las fotos de su infancia y sentándome sobre sus piernas me explicaba cada uno de esos recuerdos. Luego en la playa, cuando se rebozaba en la arena y no se bañaba porque el agua estaba demasiado fría y así nos quedábamos, tumbados ante una infinidad de personas.
Pero ¿sabes que era lo mejor de todos esos momentos? El poder tenerle a mi lado, cogerle de la mano e importarme nada que la gente se quedara mirando y poder decirle a alguien como el que le quería, porque desde que se ha ido no he vuelto a decir esas palabras a nadie.
Sin embargo, solo me queda suponer que dos amigos no hacen ese tipo de cosas, las cuales daría lo que fuese por repetirlas contigo.

01 abril, 2011

Contigo.-

Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escena del sofá; no quiero que viajes al pasado y que vuelvas del mercado con ganas de llorar. No quiero vecinas con pucheros; No quiero catorce de febrero ni cumpleaños feliz. No quiero cargar con tus maletas; ni que elijas mi champú. Ni domingos por la tarde en el columpio del jardín. Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres. Porque el amor cuando no muere mata y porque amores que matan nunca mueren. No me pidas llegar a fin de mes. No quiero comerme una manzana dos veces por semana sin ganas de comer. No quiero calor de invernadero, ni besar tu cicatriz. Tampoco quiero París con aguacero ni Venecia sin ti.
No me esperes a las doce en el juzgado; no me digas volvamos a empezar; no quiero ni libre ni ocupado, ni orgullo ni piedad. Tampoco quiero saber por qué lo hiciste. No quiero contigo ni sin ti. Porque lo que yo quiero, muchacho de ojos tristes, es que mueras por mí.
Yo, mi, me, contigo.